Psicólogos sostienen que la percepción del paso del tiempo viene condicionada en gran medida por la cantidad de información que llegamos a procesar.
Por Laura Martin Sanjuan
Ciudad de México, 26 de mayo (AS).- El tiempo es relativo, nunca mejor dicho. Hay meses que son eternos, hay meses que vuelan. Hay días que no se acaban nunca y horas que parecen días. Y la «culpa» es nuestra, de nuestras experiencias.
La distorsión del tiempo se llama también la cuarta dimensión. Esta percepción del tiempo tiene que ver con nuestra actividad, con lo que desarrollemos en cada momento, con las personas de las que nos rodeemos o incluso con nuestra edad, por eso nos parecerá el tiempo transcurre muy lentamente o que pasa volando.
LA MOTIVACIÓN PUEDE SER UNA DE LAS RAZONES
Entre las experiencias que modifican la percepción del tiempo se encuentra la motivación. Según un estudio de la Universidad de Alabama publicado en Psychological Science, este relación se debe a que en determinadas circunstancias se minimizan los procesos de la memoria y la atención, para apartar pensamientos y emociones irrelevantes.
El psicólogo Steve Taylor, investigador de la Universidad John Moores de Liverpool, en el Reino Unido, afirma que la percepción del paso del tiempo viene condicionada en gran medida por la cantidad de información que procesamos.
Para los niños, el tiempo transcurre más despacio porque están muy atentos a lo que acontece a su alrededor. Todo es nuevo para ellos, ir al colegio, aprender, ver a los abuelos… Cuando dicen «ayer» puede ser hace meses, pero siempre es «ayer».
Para los adultos apenas existe novedad en las experiencias cotidianas, se han acostumbrado al mundo y todo les resulta familiar, según explica el psicólogo, por eso un año vivido a partir de los cincuenta nos parece mucho más breve que 12 meses de la niñez o la adolescencia.